Es carismático y amable. Nunca lo he visto renegar, al menos. Tiene la talla promedio de un ciudadano peruano y calza zapatos cuarenta y tres. Según sus propias palabras usa ropa interior talla L. Y su virilidad es algo de lo que nadie puede ni debe dudar. La labor que realiza es testigo de esto último. No miento.

Jesús junto a susel paredes en pleno operativo
- previas
- Llego a la calle Cailloma minutos antes de las diez de la noche, hora en que Jesús me citó para acompañarlo en su operativo de madrugada. Saco un papelito donde había anotado el número exacto de la dirección. Lo reviso y voy hacia allá. Veo camionetas estacionadas frente al lugar, me acerco y entro por la única puerta que permanece abierta. Me atiende un señor de aproximandamente unos cuarenta años. En tono cordial me pide una identificación. Le doy mi nombre e intento presentarme. Él solo quiere saber a quién busco. Menciono a mi amigo, sí, a Jesús, lo cual es más que suficiente, al parecer. Me pide tomar asiento. Respiro y evito no ver la televisión que yace encendida en mi delante. Hay un reality juvenil que no me interesa y lo único que deseo mientras espero es no llegar a mi clímax de aburrimiento. A los pocos minutos, entra una señorita de cabello negro y ojos redondos a la recepción. Me quedo mirándola y me saluda. El tipo que me recibió me hace un par de señas. Entiendo que debo acompañarla. Inmediatamente me paro y voy en su tras. Conforme avanzamos en el interior de la gerencia de fiscalización y control -en adelante GFC-, ella me pregunta si la recuerdo o no. Barajeo en mi memoria su rostro, y lo logro. Cristina! -le grito con esa adrenalina que me caracteriza. Ella sonríe y me hace un par de señas. Debo seguirla. Subimos a un segundo piso, justo donde se ubican las oficinas principales del recinto. Estoy a punto de preguntarle por mi amigo, sin embargo, como si habría leído mi pensamiento se me adelanta. Llega en unos minutos, ha tenido un retraso, pero no va a tardar -me dice de manera calmada y sin sonreír. Ella pasa a su oficina y yo me quedo en la parte exterior de esta escuchando música en el celular, aprovechando del wi fi libre que hay.
Han transcurrido cerca de veinte minutos cuando de pronto escucho una bulla que traspasa mis audífonos, Guardo mi equipo y abro la puerta del segundo nivel con sumo cuidado para bajar a ver que sucedía. Salgo hacia las escaleras y por fin me lo encuentro. Jesús acababa de llegar y se encontraba alistando al grupo de operaciones tácticas, más conocidos como GOT, para salir de una vez al operativo. Él sería uno de los encargados de este; así que a la perfección todo debía marchar. Entra con premura a su oficina, la cual a propósito la comparte con Susel y otro compañero suyo, y me llama. Recibo un chaleco de su parte que debo ponérmelo. Es para la prensa -me indica sonriéndome. Se despide de Cristina, quien para ese entonces seguía frente a la computadora escribiendo sin parar, y baja al patio principal. Voy detrás de él; así que paso a despedirme de ella también. Le interrogo sobre su estado de ánimo. Me dice estar cansadísima. Nos damos un beso en la mejilla y nos prometemos el uno al otro vernos en la próxima reunión de Fuerza Social, partido en el que activamente participamos y donde nos conocimos. El operativo está a punto de empezar. Jesús me presenta a un par de compañeros de labores. Uno de ellos me dice que suba a una de las camionetas para iniciar el recorrido. Me siento en la parte trasera de esta y empiezo a ver como los vehículos comienzan a desplazarse uno tras de otro. Nadie me quiere decir el recorrido. Es confidencial, aseguran. - bares en quilca
La camioneta azul marino en la cual estaba se estaciona en medio de la primera cuadra del Jirón Quilca, que da para la histórica Plaza San Martín. Con mi móvil voy haciendo algunas capturas a mi entorno. Los miembros del GOT, sin mayor preámbulo, ingresan por la fuerza a un local nocturno que no se encontraba en funcionamiento, y sacan desde sillas y mesas, hasta máquinas de bebidas. Al rato, una aplanadora llega y destuye lo poco o nada que queda del establecimiento informal. En forma paralela a lo mencionado, iba conversando con Jesús. Él me explicaba que se trataba de la clausura definitiva de bares que invadían el paseo peatonal en dicho Jirón, el cual durante el día es bastante concurrido. Eso explicaba su detrucción total. Lo mismo repiten con otro bar de la misma reputación que se ubicaba a unos veinte metros de allí. Solo dejan que siga funcionando una pollería con las mismas características de los bares ya que esta sí contaba con un espacio interno, y no como los otros que solamente ocupaban el espacio público, por cerca de diez años. Lo más indignante, y que pude presenciar, fue ver que hasta servicios higiénicos, así como instalaciones de agua y luz ilegales, estos tenían en pleno boulevard Quilca.
La propietaria de ambos locales para ese momento ya inexistentes había llegado. El equipo de la GFC formaba una cuerda humana cerrando el paso a quienes quisieran interferir en la operación. Ella no podía hacer nada más que verbalizar su cólera en frases cargadas de rabia. Estas reflejaban su impotencia ante lo sucedido. Una lástima que haya hecho caso omiso a las reiteradas notificaciones que la Municipalidad Metropolitana le estuvo enviando constantemente. Con Lima no se juega. Las cosas claras. Punto.
Con éxito se daba por terminado el primer trabajo de la noche. Todavía restaba uno más. No obstante, debíamos regresar a la gerencia. Jesús tenía una lucidez impresionante, y eso me motivaba a ni siquiera pestañear. No había luna y la oscuridad se convertía en nuestra cómplice.
- taponeado de imprentas
Era hora de regresar al campo. El destino sería en el Jirón Callao, que justo quedaba al costado de la GFC. El operativo de ahora parecía muy simple: taponear imprentas. Fuimos caminando hacia el lugar pues nos encontrábamos a tan solo un par de cuadras. Quienes formaban parte del GOT tenían la orden de su superior bien marcada: ponerse los cascos. Según lo que Jesús me iba contando, han existido ocasiones en las que los dueños de las imprentas han salido expresamente a agredirlos. Ese es el por qué de la precaución -me asegura convencido de tal decisión. Vamos caminando rápido para economizar el tiempo. Uno a uno de lo miembros del trabajo de campo iban pegando los afiches de "clausurado" en los muros de concreto, luego de haber sido ubicados por una máquina color amarillo que nos acompañaba. Otros se encargaban de reforzar estos muros poniendo ladrillos alrededor con el cemento necesario como para evitar que sean destrozados fácilmente. El reloj marcaba las tres y treinta de la mañana, y éramos una mayoría los que hambre admitíamos tener. Para fortuna nuestra, una señora ambulante andaba merodeando por ahí. Nos acercamos a rodearla, y terminamos comsumiendo prácticamente todo lo que consigo llevaba. Entre chocolates y cafés con leche más panes o galletas saciamos esa incomodidad en el estómago que desde un par de horas antes no nos dejaba tranquilos. Mientras comíamos Jesús me explicaba el principal motivo por el cual las imprentas en el Cercado no están permitidas funcionar. Alega que se debe a un tema de zonificación, e incluso vale recalcar que muchas de ellas están operando en terrenos declarados inabitables. Lo escucho con atención, y me indigno. Pero faltaba un dato más, gran parte de las imprentas en el centro de Lima no cuentan con su respectivo certificado de Defensa Civil. Definitivamente es el colmo.
El operativo culmina a las cuatro y treinta de la mañana. Retornamos nuevamente a la GFC, y es momento de ir rumbo a casa. El GOT se ve agitado; Jesús todavía muestra signos enérgicos, y eso me alegra ya que había llevado su auto y le quedaba un largo trecho por manejar. Acepta llevarme en él. Subo en el asiento del copiloto y vamos conversando de temas ajenos a su chamba. La madrugada se va esfumando, y nuestros ojos claramente muestran su intención por cerrarse. Ambos contentos estamos. Yo más; por haber estado inmerso en una actividad que genera mucha adrenalina, pero sobre todo por haber sido partícipe de un operativo pro recuperación de espacios públicos. Ahora más que nunca tengo la convicción que la GFC de esta gestión sí hace las ordenanzas respetar.
Ahora el Jirón Quilca luce limpio y ordenado. Por otro lado, el taponeado de imprentas en el Jirón Callao se ve consumado. Ojalá no se burlen de la norma y no reabran el negocio ilícito nuevamente. Confiemos.en la gestión de Susana Villarán
PD: Culminado el 14 de noviembre del 2014, mes y medio antes del término de la gestión de Susana Villarán.